Notas sobre la vida doctoral #5: pensar es como enamorarse. Nietzsche y la filosofía con niños

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Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. (Nietzsche, F. En Así habló Zaratustra, p. 35).

Como les conté en otros posts, desde 2015 estuve rondando por la Facultad de Filosofía para hacer cursos de posgrado optativos que me permitieran sumar créditos al Doctorado. Me encontré con un afiche sobre cursos de Filosofía con Niños -y Jóvenes- (FCN en adelante) y quise saber de qué se trataba. Empecé a hacer un curso, después otro, y así seguí hasta este año.

Esta forma de hacer filosofía, o de enseñarla no es nueva, pero tiene en América Latina, y en nuestro país profesores/filósofos que hace tiempo realizan actividades en escuelas. La idea principal es considerar al niño como sujeto pensante, que puede filosofar y ser parte de una comunidad de indagación, en vez de ser un mero «recipiente» de currículas definidas por el docente.

Al primer curso que hice lo dictó un mendocino que enseña filosofía de esta manera en Río de Janeiro: Maximiliano López. Otro curso que me gustó fue el que dio Walter Kohan (ya voy a hacer otro post al respecto), que es uno de los referentes en América Latina de FCN, un rockstar para mis compañeros, que se sacaban fotos y sabían todos los nombres de sus libros. [Foto Abajo] Cursé con profesores/as de filosofía de secundaria, maestros en escuelas rurales, y más.

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Otro curso que elegí, pero en mi facultad (Políticas), la Genealogía en Nietzsche y Foucault. El grupo era fantástico y diverso (filósofos, sociólogos, historiadores, una psicóloga, etc.); y casi todos tenían muucha lectura de ambos autores. Para la segunda parte me puse a leer y leer y llegué a tono. Para destacar: las dos excelentes docentes del curso, Silvana Vignale y Leticia Molina, dos filósofas de Mendoza.

Bueno, en fin, un curso me influía en el otro y para el trabajo final del curso este de Nietzsche y Foucault elegí el tema del «devenir niño» en Nietzsche.

El principal enemigo de Nietzsche, como dice Deleuze, era Hegel, o mejor dicho, la dialéctica hegeliana. Nietzsche planteó que la moral y los valores culturales no son eternos, ni inmutables, incuestionables, ni dados, como pretendían instalar ciertas tradiciones. Por algo se lo conoce como uno de los filósofos de la sospecha, y plantea el devenir niño (que detallo en el próximo párrafo) como una forma de pensar que no es «negación de» (o una antítesis), sino como afirmación.

En Así habló Zaratustra van a encontrar un capítulo/pasaje «Sobre las Tres transformaciones del Espíritu». Para resumir: el primero es el devenir camello, el segundo es el devenir león, y el tercero es el devenir niño. En el primero el espíritu «se exalta ante otros», se ignora a sí mismo. En el segundo «en la soledad del desierto quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y ser señor en su propio desierto». En estas dos primeras transformaciones el espíritu deviene en algo nuevo en relación -o reacción- a algo. Carga con valores milenarios, o se revela ante ellos. Para que exista el devenir afirmativo es necesario devenir niño:

“Ser niño no es la contracara de una adultez en un tiempo cronológico, (…) sino ruptura con los valores absolutos de la verdad y de la moralidad que impedirían la producción del pensamiento como un devenir afirmativo de las fuerzas que lo componen (…)”.

El pensamiento es para Nietzsche afirmación, potencia, caos. En el devenir niño el pensamiento escapa a la dialéctica, pudiendo realizar ese movimiento al que se refiere Deleuze hacia algo totalmente nuevo (“un movimiento hacia lo que todavía no se produjo”).

Maximiliano López nos decía que se trata es de esperar aquello que no se puede esperar (si hacen cursos con él, o Kohan, van a escuchar bastante esto). Del encuentro con algo extraño, externo. No se puede controlar la aparición de un concepto, o un resultado específico, no hay método científico.

Lo que vengo pensando sobre esto es en relación a esta tendencia cada vez más grande de «buscar inspiración», en la que hasta hace unos pocos años me incluía. Buscamos ver «qué idea nos puede interesar o inspirar». Ser solamente espectadores de ideas, nos quita la posibilidad de «ponernos en el centro» de los procesos o comunidades de indagación en las que podemos encontrar ese espacio para nuestra palabra, o para pensar nuestras problemáticas. No las de otros. En vez de buscar fuentes de inspiración se trata de generar nuestra propia experiencia.

Me recuerda a algo que dice Zizek cuando compara las formas de conocer gente online, y enamorarse. El amor es un encuentro inesperado, y por eso se habla de «fall in love». Es una caída al vacío, o a algo que puede cambiar totalmente nuestra vida. Ver una persona que te deja sin aliento, es el cuerpo hablando, no la elección de un tipo ideal. Un «choque» entre realidades y momentos. Es encontrarse con algo que no se podía esperar. Dice Zizek que querer evitar eso, es parecido a lo que pasa en varios aspectos de la vida: queremos cerveza sin alcohol, queremos endulzar una bebida sin azúcar, etc. Queremos amor sin estar dispuestos a esa caída al vacío.

Querer pensar por nosotros mismos, o buscar conocimiento, o nuevas ideas, quedándonos como espectadores de videos y presentaciones de otros para que nos inspiren, sin estar dispuestos a pasar por nuestros propios procesos o «encuentros» con algo externo, extraño; es algo así.

Foto destacada by me, en el Museo del Bicentenario, Buenos Aires, 2015.

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